
Estambul es una ciudad que guarda innumerables sorpresas para el visitante. Cerca del Bazar de los Libros —menos conocido y visitado que el Gran Bazar, aunque está uno al lado del otro— hay
calles que parecen no llevar a ninguna parte, pero que encierran tesoros sorprendentes.
Voy buscando un pequeño café, en un semisótano, que vive momentos de decadencia. En su época de esplendor a este local acudían artistas sin reconocimiento, pintores de escaso renombre, poetas en
ciernes; allí se reunían algunos periodistas después del trabajo, cantantes y noctámbulos en general. Ahora el café ni siquiera conserva su antiguo nombre. Al entrar, uno tiene la sensación de
retroceder en el tiempo. Apenas acuden clientes por las noches, y la mitad del café permanece a oscuras, como clausurado. El escenario, en la actualidad, hace las veces de almacén. El aire huele
a una mezcla de humedad, aguardiente rancio y decrepitud. Mi amigo René me advirtió que me resultaría difícil imaginar el esplendor del que gozó en otro tiempo, cuando políticos y altos
funcionarios del gobierno se mezclaban con la bohemia y la canalla del Estambul noctámbulo.
Visité por primera vez este café en agosto de 2007. Durante casi una hora traté de disfrutar en silencio de aquel semisótano lúgubre y triste. En las paredes descubrí inscripciones que ya apenas
se podían leer. Allí donde el yeso no se había desprendido, sobrevivían fechas, y frases incomprensibles para mí. Me llamó la atención un texto en turco del que sólo podía entender la firma:
“Emin Kemal”. Había sido escrito en 1963. Movido por la curiosidad, lo copié tratando de ser fiel a la moderna grafía otomana.
De regreso a España, le pedí a mi amigo René que me lo tradujera. René nació en Alicante, pero a los tres años se trasladó con sus padres a Estambul, donde vivió hasta la adolescencia. Volvió
veintiocho años después en busca de un amor de juventud. Ahora vive a caballo entre las dos ciudades. La traducción que hizo René es la siguiente: «Te has ido apagando como un eclipse
lunar, encerrada en tu propio anillo de luz, como un espectro surgido de un sueño, como una terrible y cegadora luna roja».
Durante un año me encerré para desentrañar el secreto que guardaba ese texto y su enigmático autor. Ahora conozco muchas más cosas sobre Emin Kemal, y las que no conseguí averiguar las inventé en
una novela que no puede llamarse de otra manera: La Luna Roja.