Poesía en moldes de arena

Una vez conocí a un poeta en un bar. Bueno, conocí a muchos, pero ahora solo me acuerdo de uno. Se llamaba Ginés Sánchez y era poeta incluso cuando no escribía. Por aquella época la poesía y yo vivíamos unos tiempos convulsos que a punto estuvieron de costarnos el divorcio. Pero nos queríamos, y finalmente nos reconciliamos a pesar de las infidelidades de ambas partes. De aquella época no quedan más que el recuerdo de los duros reproches que la poesía y yo nos hicimos y la amistad de algunos poetas que me ayudaron, sin saberlo, a salvar los muebles de aquel naufragio. Uno de esos poetas es Ginés Sánchez (Tíjola, Almería, 1959). Desde aquella lejana noche en el bar de mi hermano, he leído la mayor parte de su obra: Como dulce pecado (1994), La sombra del baobab (2002), Extraña como eléboro (2003), Ropa tendida al amanecer (2006). Y acabo de leer el último libro de Ginés, que ahora firma como Ginés Émile, en una especie de 50% de heterónimo que enriquece el envoltorio de estos 11 Poemas (En Moldes de Arena), publicado por Ruiz de Aloza Editores (Granada).

 

Una vez leí un poema. Bueno, leí, muchos, pero ahora solo me acuerdo de este: «Dormías al aire libre / sobre la arena, o resguardada por un muro, / entre ruinas, / en el sur». Los escribió Ginés Sánchez, el mismo Ginés Émile que ahora escribe en su último libro:

 

Mujer, quedaste presa

entre mis vértebras 14 y 23;

quedaste ahí cogida y arrugada

como si no hubieras nacido.

Eres mi deseo y también mi conciencia,

 y ese pequeño dolor de espalda

casi crónico.

Cuando muera, mujer que habitas

en mi pequeño costado,

sentiré aún dentro de mí

(como si fuera lo último)

tu respiración,

el tacto de tus dedos acariciando mis vértebras,

tu olor, dentro del mío, húmedo,

como la lluvia.

Y serás tal vez lo último que sienta,

como un destello de lucidez

marino,

o como si paseáramos por una playa desierta

al atardecer.

 

Dicen las lenguas de serpiente que los únicos que leen poesía son los poetas. No sé si es cierto, pero ahora que nos hacemos tantas preguntas sin respuesta, ahora que hemos dejado de ser dioses inmortales, ahora que los sueños son pesadillas y la riqueza es virtual, tal vez sería el momento de mirar hacia dentro y descubrir que hay cosas que ni se compran ni se venden, ni se entienden ni se explican, ni se buscan ni se logran. Tal vez sea el momento de encontrar respuestas donde hace tiempo dejamos de buscarlas. Eso es precisamente lo que Ginés Sánchez o Ginés Émile ha estado haciendo toda su vida.