
(novela negra y digital por entregas)
Por LUIS LEANTE
EPÍLOGO
En el verano de 1976 recibí una misteriosa carta que me enviaba una tal Aurora Aurorísima. El remite era de Acapulco. Sentí un temblor incontrolado que me impidió abrirla de inmediato. Enseguida supe que se trataba de Mimí.
Me subí al tejado de casa para leerla sin que nadie me molestara. Rompí el sobre con pulso tembloroso y saqué una fotografía y una cuartilla. La leí una y otra vez hasta que los ojos se me resecaron y empezaron a escocerme.
«Querido mío:
»Te preguntarás quién es esta Aurora Aurorísima que te escribe desde México. Por razones obvias que tienen que ver con tu seguridad y con la mía, me vas a permitir que no te lo diga con todas las letras.
»Al contrario que tú, yo soy más de leer que de escribir. Pero hoy voy a hacer una excepción.
»Esta mañana, mientras me desayunaba en mi hotel, ocurrió algo que me hizo pensar en ti. Un tipo alto, guapo y muy apuesto entró en el comedor y se sentó en la mesa de al lado. A pesar de su sombrero de cowoy, lo reconocí enseguida. Era Robert Mitchum, mi favorito. Me acordé entonces de aquella película que vimos tú y yo un lunes de revista, en el Gran Teatro Cinema: Retorno al pasado. ¿La recuerdas? Precisamente una parte de la película se desarrollaba aquí, en Acapulco. Pensé que a ti te habría gustado hablar con Jeff Markham, quiero decir, con Robert Mitchum, de manera que sin perder el tiempo me acerqué a él y le pedí que se hiciera una foto conmigo. El fotógrafo del hotel fue tan amable…
»Te envío la foto para que tengas un recuerdo. No te fijes mucho en mí. Seguramente no me reconocerás. Ahora soy pelirroja y tengo unos pechos algo exagerados, a los que no termino de acostumbrarme. No sé, me veo rara. La foto va firmada por Robert Mitchum, y los labios de carmín que aparecen marcados en el reverso son míos. Ese beso es para ti.
M.M.»
Todavía conservo la carta y la fotografía, algo descolorida. Durante mucho tiempo la tuve pinchada en la pared del cuarto de planchar. Allí pasé muchas horas y muchos años escribiendo novelas negras y criminales, luego novelas a secas. Y siempre mirando la foto. Mimí tenía razón, estaba irreconocible. Pero a mí nunca me importó, porque yo veía bajo aquella peluca y aquellos pechos postizos a la Mimí que había conocido. Y Robert Mitchum se fue pareciendo cada vez más al señor White. Hasta que terminó siendo completamente él.
FIN