Pronto se cumplirán quince años de su muerte a la edad de 80 años, lo que le supuso entrar en el Libro Guinness de los Récords como el chimpancé más longevo del mundo. En realidad no se llamaba Chita sino Jiggs, y no era mona sino mono, dato que algunos ignorábamos, como también ignorábamos la verdadera identidad de los Reyes Magos y del Guerrero del Antifaz.
Después de toda una vida de árbol en árbol y de casting en casting, terminó sus días en un centro de acogida de primates en Florida, donde pintaba cuadros que se vendían a 125 dólares y bebía Coca-Cola ligth debido a la diabetes y al sobrepeso (64 kilos para 121 centímetros). En el ocaso de su carrera artística, cuando ya no esperaba reconocimientos ni atenciones, recibió el Premio Calabuch en el XVIII Festival Internacional de Cine de Peñíscola en 2010. No pudo venir a recogerlo, pero envió un telegrama muy sentido, como el de Bob Dylan cuando le concedieron el Premio Príncipe de Asturias tres años antes.
Chita (en inglés, Cheeta) nos recibe en la copa de un sauce llorón en el paraíso de los primates, vestida con un batín de seda y un vasito de pacharán entre las manos con el que no deja de juguetear durante toda la entrevista.
PREGUNTA.- Según su biografía autorizada, usted nació en Liberia en 1930. Pero, según las malas lenguas, nació en 1960 en un zoológico de Florida y es usted un fraude. ¿Podría sacarnos de la duda?
RESPUESTA.- Yo qué quiere que le diga. Como comprenderá, no me puedo acordar de dónde nací. Además, antes no se inscribía a los chimpancés en el Registro Civil al nacer. Al contrario que ahora, que está el Registro lleno de chimpancés y otros primates que tratan de pasar por humanos.
P.- En una de las últimas entrevistas que ofreció en vida, usted aseguraba que el hombre no desciende del mono, sino al revés, es el mono el que desciende del hombre.
R.- Así es. Eso se sabe desde hace mucho tiempo, pero no interesa que se divulgue porque podría cundir el pánico y el desánimo entre el género homo et mulier sapientes. Si usted observa la trayectoria de la raza humana en los últimos milenios, la evolución es claramente hacia el mono. Algunos que ya han evolucionado lo disimulan con trajes y corbata, o con vestidos largos hasta los pies y tacones, además de la depilación. Pero el mono, aunque se vista de seda, mono se queda.
P.- En los últimos años se le confunde con frecuencia con la Mona Lisa. ¿Le molesta?
R.- Lo que me molesta es la falta de cultura cinematográfica. Entiendo y disculpo que la gente no tenga ni idea de arte, o que no lea, o que no sepa quién es Murakami, por poner algún ejemplo, pero el declive de la civilización tal como la conocemos empezó el día en que dejaron de ponerse películas de Tarzán en las televisiones públicas. Lo cierto es que, a mí, Lisa me cae bien, aunque es un poco sosa. A la pobre le tocó un papelón que a nadie se lo deseo. Debe de ser muy duro pasarse siglos sin moverse ni rascarse el bigote. En el fondo la compadezco.
P.- Usted ha sido considerada por la revista Forbes como la persona más influyente en la sociedad del siglo XX detrás de Albert Einstein. ¿Qué le parece esa distinción?
R.- Me parece bien y lo agradezco. Pero me pregunto yo qué hizo el señor Einstein para merecer la primera posición. Eso de la Teoría de la Relatividad es lo más inútil que se ha inventado en toda la historia de la humanidad después de las pulseras magnéticas para el tratamiento del dolor. Si por lo menos hubiera inventado la Vaporeta o la Thermomix… Yo es que el mundo de los humanos no lo termino de entender. Y no sé si alguien lo entenderá.
P.- ¿Nunca tuvo la tentación de escribir sus memorias?
R.- Sí, pero mi vida se parecía demasiado a la de Napoleón Bonaparte, exceptuando la invasión de Egipto, y no quería que me acusaran de plagio como al pobre Bryce Echenique.
P.- ¿Ha leído a Bryce Echenique?
R.- Por supuesto. Me encató Cien años de Soledad.
P.- Eso es de Gabriel García Márquez.
R.- ¿También usted va a acusar al pobre Bryce de plagio? Ni se atreva.
P.- Olvídelo, retiro el comentario. Continuemos. Si volviera a nacer, ¿dónde le gustaría hacerlo?
R.- En una secuoya gigante.
P.- Me refiero a un país.
R.- Pues eso, en una secuoya gigante. Puestos a elegir, me gustaría nacer en un mundo en el que las secuoyas gigantes pudieran ser países independientes.
P.- ¿Usted es más de Halloween o de don Juan Tenorio?
R.- Yo soy más de King Kong y de Rocky, esa es la verdad.
P.- ¿Le gustaría despedirse con alguna frase para la posteridad?
R.- Bueno, si insiste…: «¡Ancagua, Chita!»