Sueño, mucho sueño

La culpa fue de mis dos hermanas, que son un poco exageradas y muy dadas a las fantasías. Se empeñaron en que yo tenía mal aspecto y que debía visitar al médico. Les dije que era solo cansancio, que en cuanto durmiera un rato me encontraría mejor. Pero empezaron a decir que si aquellos sudores no eran normales, que si estaba muy pálido, que si parecía un moribundo. Pesadas —les dije—, dejadme en paz. Luego me quedé tan profundamente dormido que mi corazón casi dejó de latir. Demasiado estrés en los últimos días. Ellas salieron corriendo y le mandaron aviso para que viniera a casa. Las quiero mucho, es verdad, pero a veces me sacan de quicio. Cuando finalmente llegó, yo llevaba tres o cuatro días durmiendo con un sueño profundo y reparador. De verdad que lo necesitaba. Oí su voz como si estuviera muy lejos. Lázaro, amigo —me dijo—, levántate y anda. Y me puse en pie y me acerqué para abrazarlo, pero ya hacía un rato que estaba despierto. Lo que se contó después fue una exageración de los vecinos y de Marta y María, que como ya he dicho son muy dadas a las fantasías. Se parecen mucho a mi madre, que en paz descanse.