Hola, guapa, ¿estás sola?, ¿puedo invitarte a tomar algo?, me suena un montón tu cara, ¿no nos conocemos de algo? Pues sí, ahora que lo dices, nos conocemos muy bien. ¿De qué? Porque tú y yo fuimos marido y mujer en una vida anterior. No, no me mires con esa cara, seguramente no lo recordarás porque hace muchos siglos. Además, la mayoría de la gente no tiene ningún recuerdo de las vidas anteriores. Yo sí. Te llamabas Thomas y yo me llamaba Emily. Nos casamos a los seis meses de conocernos, muy enamorados. Fue el mayor error de todas mis vidas. Te gustaba beber y te jugabas el dinero a los dados en las tabernas. Tuvimos tres hijos: dos niños y una niña. La niña murió por la gripe. Entonces moría mucha gente por la gripe. Era una niña preciosa y muy lista. No se parecía a ti en nada. Ella no te quería. Los niños tampoco. Te sentías muy hombre pegándome. Una vez me diste una bofetada tan fuerte que me dejaste sorda. Sí, me quedé sorda de este oído. Me dijiste da gracias por no haber perdido un ojo. Eras un grandísimo hijo de puta. Yo voy a tomar una cerveza, gracias, ¿qué quieres tomar tú?, ¿adónde vas?, ¿tienes prisa?, menudo Don Juan de pacotilla estás hecho. Veo que has cambiado poco. Vale, pues adiós.