A mí no me dan miedo los muertos. Ni siquiera me daban miedo cuando era un niño. Los muertos no se meten con nadie. Los muertos pasan la mayor parte del tiempo yacentes y silenciosos en sus ataúdes. Sí, es verdad que de vez en cuando salen de sus tumbas, se dan un paseo por el cementerio, juegan una partida de mus sobre alguna lápida limpia. Pero poco más. Eso de que los muertos se aparecen a los vivos y les meten el miedo en el cuerpo es una infamia. Lo mismo que las historias que se cuentan de muertos que arrastran cadenas y susurran en la oscuridad. Qué tontería más grande. A mí los que me dan miedo son los vivos. A esos sí que hay que temerlos. Sobre todo cuando vienen con niños y los dejan sueltos como si esto fuera un parque temático. Se mean en los rincones, gritan, corren, se pelean. Pero los adultos son peores aún. Tendría usted que venir aquí el primer día de noviembre y ver la romería que montan. Lo dejan todo hecho un asco. Y además llenan el cementerio de flores. Yo es que tenía una alergia tremenda antes de pasar a mejor vida. Hay alergias que no se curan ni con la muerte.