Bach o el terror de los cacos

Anoche, como suele ser ya habitual, mi amigo Raimundo me llamó a las tantas de la madrugada para contarme que Johann Sebastian Bach le había salvado la vida (sic). Concretamente dijo: «La Pasión Según San Mateo de Bach me ha salvado la vida, tío». Mi primer impulso fue llamarlo "tontoelpijo" en arameo y colgar. Pero un brote espontáneo de bonhomía se apoderó de mí y decidí pedirle detalles de aquella salvación músico-milagrosa. Pensaba que me iba a contar que estaba pasando por una de sus frecuentes crisis postdivorcio y que había pensado suicidarse, o algo peor, pero que había escuchado la pasión oratórica de Bach de manera casual (a lo mejor, en la radio del vecino) y había visto la luz. Mi amigo Raimundo es mucho de ver la luz en el último momento, por ejemplo, cuando está a punto de saltar desde la cornisa de un edificio de veintitrés o veinticuatro plantas, dependiendo del día. El caso es que lo que me contó no tenía nada que ver con aquello que yo había supuesto. 

 

Lo que me contó Raimundo, como iba diciendo, fue que caminaba por no sé qué calle (seguro que era una calle oscura y tétrica, como él) cuando un tipo le sacó una navaja, se la puso en el cuello y le pidió la cartera. Raimundo echó entonces mano al bolsillo de su sobretodo con tan buena fortuna que en vez de la cartera sacó un CD de Bach que había encontrado en un contenedor de plástico (es que a veces a Raimundo le da por buscar en los contenedores de plástico, aconsejado por su psicoanalista). Digo «con tan buena fortuna» porque, cuando el atracador vio el disco de Bach, levantó las manos y gritó algo así como «vade retro, Sebastian Bach» y echó a correr como alma a la que persigue el diablo.

 

Mi amigo Raimundo me estuvo contando, hasta el amanecer, sus diversas hipótesis sobre la causa de la reacción sorprendente del «caco», palabra que me gusta desde que yo tenía nueve años más o menos. Y la hipótesis más plausible es que el «caco» debía de haber sido violonchelista, seguramente, en alguna orquesta quizá sinfónica de donde (también quizás) lo habrían echado al paro por un ERE o cosa similar, como reajuste de plantilla debido a los recortes aplicados a Cultura, en general, y a Artes Musicales y/o Escénicas, en particular.

 

En fin, el caso es que mi amigo Raimundo tiene mucha imaginación, y se junta conmigo, claro, que me encanta contar historias. Y es como juntar el hambre con las ganas de comer, o la sed con un quiosco de cerveza gratis en mitad del desierto del Sáhara, aunque podría ser cualquier otro desierto. Y tengo que dejar de contar esta historia porque tengo el móvil sonando con el número de Raimundo en la pantallita, que no sé qué demonios querrá contarme ahora el pesado, que es un pesado.

 

 

 



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