Escritores malditos

—Buenos días, caballero. ¿No querrá usted por casualidad comprar mi libro? Soy un escritor maldito, por si no se ha dado cuenta.

—Ya, bueno, es que yo venía a por un bote de kétchup.

—Eso lo puede comprar cualquier día, incluso festivo, pero no tendrá muchas oportunidades de llevarse un libro firmado por un auténtico escritor maldito.

—Perdone mi ignorancia, pero qué es un escritor maldito. ¿Es lo mismo que un maldito escritor?

—Ni muchísimo menos. Mire, un escritor maldito es aquel a quien nadie lee porque no lo entiende o porque dice cosas incómodas a la par que rompedoras. Es un escritor libre, independiente, ajeno a modas y mercados. Alérgico a los premios literarios, a las ferias de libro y a los reconocimientos públicos o privados. Es normal que no haya oído hablar de nosotros, porque precisamente por eso somos malditos. La gente no habla de los escritores malditos, salvo los críticos literarios de provincias.

—Yo es que soy más de comer kétchup que de leer.

—Yo también lo era antes de se escritor maldito. Además, lo cortés no quita lo valiente.

—¿Y qué tipo de libros escriben los escritores malditos?, si me permite la indiscreción.

—¿Ha leído usted la Biblia?

—No, pero he visto la película.

—Exacto, la gente habla de la Biblia pero nadie la lee. Esos señores que la escribieron son ejemplo de escritores malditos.

—Me quedo muerto.

—Otro ejemplo, ¿ha leído usted la Guía Telefónica?

—No, pero la uso para planchar las corbatas.

—Otro ejemplo de escritor maldito. Ahora nadie lee la Guía Telefónica, aunque fue un betséller en su día.

—Una novia que tuve en el parvulito me dijo una vez que tenía demasiados personajes y, además, no había trama ni historia reconocible. Pero no digo que fuera un libro malo, ni mucho menos.

—Veo que usted nos comprende. Entonces, ¿se anima o no a compara mi libro? No es necesario que lo lea. Es más, creo que no entendería nada. Esa es la esencia del malditismo.

—Bueno, si me regala también un bote de kétchup, quizás me anime.

—¡Oh tiempos, oh costumbres! Mire, el kétchup no puedo regalárselo, pero le regalo este CD de los grandes éxitos de Paul Hardcastle. Es ideal para leer a los escritores malditos.

—No, sé… No sé… Yo soy más del rollo “Tarzán y su Puta Madre Buscan Piso en Alcobendas”.

—Bueno, pues entonces le regalo mi libro con la condición de que no lo lea, porque si tengo más de dos lectores ya no soy maldito. Y es que mi mujer y mi suegra ya lo han leído.

—Gracias, es usted muy amable… Pero ¿podría también indicarme en qué pasillo está el kétchup?

—Al fondo, a la izquierda. En la sección de Salsas y Mejunjes.

—Agur, ha sido un placer conocer a un escritor maldito.

—El placer ha sido mío, naturalmente.