Historias del Lyder

Una vez conocí a un tipo en el Bar Lyder de Valderas (León) que me retó a jugar al futbolín, que es lo que más me gusta en el mundo además de releer Ulises de Joyce y comer chocolate Valor. Eran partidas de nueve bolas y decidimos que ganaría el mejor de cinco partidas, como la Final de Wimbledon. Pues bien, mientras jugábamos, aquel tipo —pongamos que se llamaba S— me contó una historia que a su vez yo he contado cientos de veces desde entonces, quizás con algunos adornos. Pero nunca me había atrevido a escribirla por miedo a que me llamaran embustero o fantasioso, que es lo que suele ocurrir cuando escribo sobre las cosas que me pasan o me cuentan.

 

Resulta que cuando S era joven sufrió un desengaño amoroso tan grande que se alistó a la Legión para olvidar a la chica. Al parecer, antes esto se hacía mucho. Una mañana, un sargento primero le dijo no sé qué a S, de malas maneras, y S le soltó un guantazo y le partió el labio inferior. Luego S salió corriendo, desertó, robó una furgoneta Wolkswagen hippie de 1.135 c.c. y 25 CV, que solo alcanzaba los 80 km/h, y huyó como alma a la que persigue el diablo. Por el camino se le cruzó una cabra de pelaje castaño clarito y la furgoneta se salió de la carretera y chocó contra algo, no sé si un árbol o una piedra. S quedó herido, pero pasaba por allí una familia que lo recogió, lo llevó a su casa y le curó las heridas. Entonces S se enamoró de la hija mayor de la familia, que estaba prometida con un vendedor de detergente a granel de la Ciudad Autónoma de Melilla (España). A pesar de todo, la hija mayor se fugó con S en una moto de su tío abuelo que estaba medio abandonada. Cuando la moto se gripó hicieron autostop, luego subieron de polizones a un barco y llegaron a Lampedusa (Italia) o a Lesbos (Grecia), no me acuerdo bien. Allí montaron un puesto de bolsos de imitación en un mercadillo para turistas y con el dinero que ganaron se fueron a París (Francia) para casarse o vivir juntos, eso al principio no lo tenían muy claro. Pero en París ella se perdió un día en la estación de Metro de Porte des Lilas y ya no volvió a verla nunca.

 

Así que S se dio a la bebida, se gastó el dinero que le quedaba y terminó de clochard en las márgenes del Sena. Pero un día se encontró un billete de lotería y cuando fue a comprobar si estaba premiado resultó que había ganado un millón y medio de euros libres de impuestos. Con ese dinero se fue a Oslo (Noruega) y montó una fábrica de cerveza artesanal, pero resulta que en Oslo no gusta mucho la cerveza tipo ale, sino la pilsen, así que se arruinó. Empezó a fumar tabaco sin boquilla de mala calidad y a padecer insomnio, y el médico de Oslo le aconsejó que buscara un clima más benigno. Por eso se fue a vivir a Cudillero (Asturias) y allí trabajó de pescador hasta que un día cayó por la borda por un golpe de mar y lo rescató un petrolero iraní que lo dejó en Malabo (Guinea Ecuatorial). En Malabo se casó con una periodista de Helsinki (Finlandia) que tenía un restaurante de carne de reno sobre puré de papa y mermelada de arándanos, pero resultó que la mujer era un poco frígida, o eso entendí yo, y S le pidió el divorcio. La exesposa lloró mucho, pero él se mantuvo inflexible. Tomó un barco de línea regular y llegó hasta Agüimes (Gran Canaria), donde conoció a los miembros de una compañía de teatro de Barakaldo (Vizcaya) y se hizo técnico de sonido. Luego la compañía teatral se fue de gira por la Península Ibérica (España y Portugal) y participó en el Festival de Teatro Alternativo de Urones de Castroponce (Valladolid), donde habían actuado con gran éxito de crítica y público la noche anterior a la partida de futbolín.

 

Debo decir que, mientras me contaba esto, S me ganó todas las partidas por 9-0, porque siempre se me ha dado fatal jugar al futbolín y escuchar historias de desconocidos al mismo tiempo.

 

Cuando terminó la quinta partida de futbolín nos despedimos y no volvimos a vernos nunca. Desde entonces me gusta contar la historia de S a los niños, a los ancianos y a los amigos con los que me reúno siempre que puedo en el Bar Lyder, que lo llevan Juan Carlos y Susana (tienen un gato que se llama como yo cuando era pequeños, es decir, Luisito). Por cierto, Juan Carlos me contó una vez, mientras me tomaba una cerveza 1906 (es la marca, no la fecha de caducidad), que había sido militar en Zaragoza (España) y luego en Valladolid (idem), y una noche que salió por ahí a dar una vuelta tuvo un accidente y se rompió la tibia y el peroné, me parece, vamos, dos huesos de por ahí abajo… Pero, en fin, creo que es mejor dejarlo aquí porque no me gusta mezclar historias, que luego me lío mucho y mi madre, que me lee de manera habitual, dice que soy un exagerado. Y, además, seguro que habrá alguien que pensará que me lo estoy inventando todo. Qué rabia me da cuando dicen eso, de verdad.


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Comentarios: 2
  • #1

    Juan carlos (miércoles, 11 septiembre 2019 00:18)

    Jaja. Creo que "s"ahora es bateria de un grupo de blak metal.

  • #2

    Luis Leante (miércoles, 11 septiembre 2019 07:30)

    Pues no me extraña nada. Es más, creo que le pega el balk metal. A ver si me lo encuenro en algún concierto.